Revista EL COLECTIVO

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lunes, 30 de enero de 2012

TIEMPOS DIFICILES

Entrevista con Guillermo Belaga, psiquiatra.
Por Gilda García



Guillermo Belaga es médico psiquiatra, miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Actualmente se desempeña como Jefe del Servicio de Salud Mental del Hospital Central de San Isidro y Coordinador de Salud Mental de la Municipalidad de esa localidad bonaerense. Además de ser autor de numerosas publicaciones y compilador de dos muy nuevas como “La urgencia generalizada. La práctica en el Hospital” y “La urgencia generalizada 2. Ciencia, política y clínica del trauma”, se da tiempo para ofrecer charlas en distintos lugares del país. Fue así que, en Junio pasado llegó a Paraná convocado por la Cátedra Clínica II Orientación Psicoanalítica de la UADER a cargo del psicoanalista Francisco Uranga Gallino.
En esta nota Belaga nos habla de las certezas e incertidumbres en que se debate el hombre actual para tratar de “encajar” buscando infructuosamente cierto “imaginario de equidad” que, en las “sociedades de riesgo” en que nos toca vivir, se vuelve casi imposible porque el quiebre y la destotalización de los relatos a que estábamos habituados está sufriendo un corrimiento permanente.

- En la actualidad, cuando nuestras vidas aparentan estar organizadas
externamente, ¿qué pasa en el interior del sujeto?

- La pregunta me parece muy importante, pero requiere un breve rodeo, en principio avanzar en una lectura de la época que permita ubicar los modos actuales en que se organiza la vida de los sujetos a diferencia del pasado, donde la identidad social e individual se organizaba de otros modos.
Una primera aclaración es que para el psicoanálisis no es lo mismo individuo que sujeto, que este no es algo previo, no es un modelo teórico elaborado lejos de una experiencia ni una descripción ordenada de la realidad sino que se demuestra como producción, como efecto de una verdad, de un gozo.
En este sentido, se puede decir que la puesta en escena del sujeto del psicoanálisis está desde su posición como infans condicionado por una máquina original – la heteronomía de la lengua que lo pre-existe- que se refleja frente a la realidad en su división, ya sea como actor, y/o al mismo tiempo como espectador, pero no como director, y que es además lo que condiciona la experiencia analítica.
Al respecto, la práctica actual del psicoanálisis en el ámbito de las instituciones, toma como problemática un fenómeno nuevo que dimos en llamar: la urgencia generalizada.
De este modo, el término “nuevo”, su uso adjetivando una categoría clínica, aparece denotando un efecto: el que proviene de la plasticidad actual de las representaciones sociales. A diferencia de la época freudiana que se referenciaba en un Otro consistente, que decía “No”, que catalogaba y civilizaba, ahora hay una verdadera metonimia de significaciones desfilando, porque resulta que ya el Otro no es el mismo, que en realidad hay un agujero en el Otro.
Es lo que Zygmunt Bauman denomina una “modernidad líquida”, describiendo cómo las certidumbres tradicionales se fluidifican.
Así, es como en la Ciudad actual, donde impera el vacío, los sujetos se encuentran funcionando sin punto de capitón. Es un sistema donde impera lo que Lacan llama el no-todo, las lógicas inconsistentes, en el cual la Ciencia al situarse como un discurso verdadero es el único capitón en cuanto hace una descripción programada de cada uno: desde la programación genética hasta el cálculo cada vez más preciso de los riesgos posibles.
Entonces es la Ciencia, la que aparentemente hace existir una causalidad programa¬da, y es a medida que la misma toma consistencia que surge el concepto de trauma como todo lo ¬ligado a la irrupción de una causa no programable.
En este punto la clínica del trauma verifica que el sujeto tiene un estatuto topológico exterior/interior, ya que puede haber una catástrofe, un acontecimiento exterior, pero que esta irrupción por más colectiva que sea, siempre tiene algo singular, en el punto que resuena en la estructura fantasmática de cada uno.
Por eso no creemos en las tentativas de homogeneización biologizante de los sujetos, que conlleva el diagnóstico del Síndrome de estrés postraumático, ya que define de antemano “para todos” un programa, un sentido fijo, predeterminado por una estandarización masiva que impide que cada caso tenga la posibilidad de definir cuál es su trauma.


- ¿A qué se debe el incremento de los llamados "ataques de pánico" o
diferentes fobias que se presentan en la sociedad?

Estas verdaderas “epidemias” clínicas están en correspondencia con lo que decíamos antes, un nuevo régimen social producto de un mundo transformado por la ciencia y la globalización económica. Un nuevo orden social dominado por la tecnocultura o la tecnoestructura que produce dos efectos: uno que vivimos en un mundo de “incertidumbre fabricada”, que penetra todos los ámbitos de la vida, y el otro, también como consecuencia del fin del órden tradicional patriarcal, la caída de los guiones grupales (las clases sociales, la pequeña familia, el papel de las mujeres, el de los hombres) que orientaban y situaban al sujeto, haciendo que ahora el individuo cada vez más tenga que hacerse cargo de su propia definición, y se re-afirme en modos de satisfacción “autónomos”.
Esto para el psicoanálisis también significa revisar su propio estándar, ya que se relaciona a una sociedad que dejó de vivir bajo el mito del padre edípico. Comprobamos diariamente que estamos ante un padre moderno que no puede asegurar ni decidir sobre la distribución del goce de manera conveniente, donde las familias ya no cuentan con el Otro de la Ley de antaño.
Es lo que decimos en nuestro lenguaje, que la estructura del Todo, la del mito freudiano de Tótem y Tabú que igualaba por la identificación a un ideal, ha cesado. Del mismo modo de como se presentaba el Estado de Bienestar, resguardando y preservando en cada sujeto una lógica universalizante y su “imaginario de seguridad”.
Hemos entrado a la sociedad del riesgo, donde siempre hay algo incalculable, indeterminado e indeterminable.
Esto implica, trasladado a la clínica cotidiana, por ejemplo que ya no haya nada que constituya una barrera, que esté en la posición de lo prohibido, que algo se desarrolla sin encontrar límites, por ejemplo el consumo, pero también la precariedad del sujeto, el miedo.
Al respecto le recordaría que el “ataque de pánico” - uno de cuyos síntomas principales es el miedo súbito a morir- surgió como entidad en los 80 en Gran Bretaña en pleno auge de las políticas del “thatcherismo”.


- ¿Considera que hay un abuso en el consumo de psicofármacos?
- Sí definitivamente. Hay un imperativo a consumir, a ser “todos consumidores”. El individuo actual cada vez más, como mencionaba antes, intenta re-afirmarse en modos de satisfacción “autónomos”, en prácticas autoeróticas, y a veces consigue como propone el “marketing”, estilos de vida logrados. Estas formas de individualismo institucionalizado –todos compramos las mismas zapatillas como si fuera un acto “individual y autonomo”- pueden sin dudas, tranquilizar y anestesiar; pero cuando estos “imaginarios de seguridad” se ven amenazados y /o fracasan surge lo traumático. Ahí, el sujeto se ve urgido a solucionar lo que irrumpe en su programación, se enfrenta a la precariedad de su condición, y demanda efectos terapéuticos rápidos que le den un sentido a ese agujero en el discurso singular y colectivo. Entonces muchos optan por la “pastilla de la felicidad” que los regrese a la antigua homeostasis.

- ¿Cuál es el precio que paga el hombre por tratar de "encajar", por ser parte de este modelo civilizatorio único que le toca vivir?
Tendría que decir que la globalización económica, ha llevado a la homogeneización de los sujetos bajo el imperativo del derecho a gozar. Son muy interesantes los intentos y la lucha por una nueva definición de lo social en un mundo que está a la vez globalizado e individualizado.
Reflexionando en este punto, podríamos preguntarnos: ¿cuáles son las condiciones para que haya una “urgencia subjetiva”? Se puede afirmar, que si existen cada vez más las consultas de “crisis” frente a cualquier contingencia y/o acontecimiento, es porque previamente algo “resistía bien”. Parecía existir una subjetividad organizada en un imaginario firme, en algunas identificaciones que permitían funcionar sin sobresaltos, hacer lazo social, e incluso lograr que se pudiera no consultar, o “no tener urgencias”. Imaginario que mediaba hasta ese momento satisfactoriamente sobre lo que no es programable: la disyunción entre el goce (del cuerpo propio) y el Otro, sobre la disyunción en cuanto a posición sexuada entre el hombre y la mujer. A esta construcción, que puede relacionarse con los aspectos mas narcisistas del individuo moderno, es lo que describía como un “imaginario de seguridad”. El costo de estar “hiperencajado” es el ataque de pánico, típica situación de cuando fracasa dicho imaginario de seguridad.

- En este contexto, ¿qué papel juega el miedo al otro?
El sujeto por un lado está alienado a estos modos de gozo autónomos, por otro lado, como describe Ulrich Beck, hay una Ecología del miedo que viene a reemplazar a la antigua ecología de la pobreza. Los espacios públicos se organizan a partir del par seguridad/ inseguridad.
Hay una inseguridad que se deriva de la disolución de las formas y los estilos de vida tradicionales, y en las megalópolis empieza a hablarse de una patología civil del trauma, ligada a la violencia, a la criminalidad, a las catástrofes, al terrorismo, etc.
Esto lleva a una situación muy complicada a la que hay que responder porque sobre cierta “histeria de la seguridad” se monta el uso político del miedo, que refuerza el encapsulamiento, la exclusión, y promueve intervenciones en pro del órden y la organización.
No se trata de restablecer el viejo órden del padre perdido, la re-tradicionalización, todo eso lleva a un vacío petrificado.

LOS GOZOS Y LAS SOMBRAS

- ¿En qué cree el hombre contemporáneo?

- En conexión con lo anterior, hay sectores en la sociedad que hacen un llamado a la autoridad, un retorno al órden. En todo caso se nota la tensión que ha puesto en marcha la globalización.
J.A. Miller ha descripto que este término resulta inestable, puesto que se trata de que ya no hay más todo, de que en el proceso actual lo que constituye un todo y establece un límite está amenazado, vacila. Debemos acostumbrarnos a esto, a procesos de destotalización que ponen a todas las estructuras “totalitarias” entre comillas, a prueba.
En este proceso ningún elemento posee un atributo que le estaría asegurado por principio y para siempre. No se tiene la seguridad del atributo, sino que sus atributos, sus propiedades, sus experiencias son precarias. El no todo implica esta precariedad del elemento. Ahora el significante tiende a presentársenos por fragmentos discontinuos, ya no organizado, esencialmente fragmentario.
Por eso se habla de una patología de la desorientación, y los sociólogos aislaron estrategias subjetivas que consisten en replegarse en zonas limitadas de certeza, que aportan algunas referencias. Son micrototalidades, nichos que ofrecen abrigo, cierto grado de sistematicidad, codificación y estabilidad. Esta restitución de un cierto “dominio”, ocurre a costa de una especialización extrema de los sujetos allí atrapados. Para restituir ese dominio es preciso elegir un campo muy restringido de significantes, un campo muy restringido de saber.
Probablemente estos planteos no dejen de resonar con el ascenso de los valores femeninos. Al hecho de que lo viril está sitiado y se nota.
Es que efectivamente, la función del padre está ligada a la estructura que Lacan encontró en la sexuación masculina y que implica un todo dotado de un elemento suplementario y antinómico que al limitarlo, le permite al todo constituirse como tal. Esta estructura es la matriz misma de la relación jerárquica.
Mientras que lo que Lacan refiere a la sexuación femenina, es posible remitirlo a lo que pone en escena la globalización como no todo, al hecho que se destaca lo ilimitado de la serie. Las mujeres son una por una, por eso Freud desde su lógica patriarcal no encontraba respuesta a su pregunta de: ¿que quiere la mujer?

- ¿Que lugar ocupa el deseo en estos tiempos?
Había una primer clínica freudiana tributaria de una época donde lo prohibido estaba ligado a las metáforas paternas efectivas, a un régimen de normas e ideales que estaban en primera fila. En este sentido el psicoanálisis fue un gran aporte a los movimientos culturales de liberación del siglo XX y en consecuencia al ascenso del “derecho a gozar” de los sujetos.
Es un hecho que ahora el concepto de ciudadano está muy vinculado al de usuario- consumidor.
Al respecto el concepto de deseo se instala ligado a la prohibición, como lo demostró Lacan, primero se inscribe la ley y luego el deseo.
Su pregunta habría que pensarla en el contexto de lo ya dicho sobre la época y la menor efectividad de la metáfora paterna, y la pluralización de los significantes amo.
Creo que habría que explorar el aburrimiento y el tedio, que son motivos de consulta usuales y signo de estos problemas. La contraparte se ve mucho en los adolescentes –que ejemplifican la subjetivación de una época-, que cuando logran ubicar un objeto de su pasión, se dedican a ese único sector de interés, se vuelven especialistas y presentan un desinterés absoluto por sus contemporáneos. Buscan solo continuar en paz con su hobby.

- ¿Por qué se acrecientan la soledad y el desamparo en un mundo que, en
apariencia, está cada vez más comunicado, más globalizado?

- Para ubicar otras referencias, la globalización significa actuar por encima de las distancias, de ese modo se quiebran los horizontes locales y personales de experiencia. Como comentaba, con la individualización se multiplican las situaciones vitales y los estilos de vida, y dejan de valer los guiones grupales del llamado fordismo y taylorismo: las biografías personales, las identidades sociales ligadas a los modelos de la división del trabajo en tareas y producción en cadena.
Jürgen Habermas distingue en este contexto entre “singularización” e “individuación”. “Singularización” significa aislamiento, autonomía, necesidad de maximizar los intereses individuales. Mientras que “individuación”, por el contrario, presupone la internalización recíproca de una moralidad que el denomina post-convencional. La pregunta sería: ¿como pueden concertarse autonomía e interdependencia, vida propia y responsabilidad?

EN BUSCA DEL PARAISO PERDIDO
- ¿Cómo responde el psicoanálisis a esta crisis existencial del hombre
de hoy?

- Ya he mencionado dos efectos producidos por la tecnocultura o la tecnoestructura: la “incertidumbre fabricada”, que penetra todos los ámbitos de la vida, y se traduce clínicamente en las crisis y/o urgencias subjetivas de la actualidad. Y el otro, que ahora el individuo cada vez más tenga que hacerse cargo de su propia definición, y se re-afirme en modos de satisfacción “autónomos”. Lo que se traduce en los “delirios de identidad”: “yo soy toxicómano”, “yo soy anoréxico”, “yo soy normal”, etc.
Estas dos figuras, confluyen en un mismo punto, en que el delirio de identidad implica de por sí situarse fuera del Otro, es el yo que se llama a sí mismo, es la ligazón del sujeto a un goce yoico narcisista, a ese goce de la identidad, y que hace obstáculo a que se produzca un pasaje al Otro, lo que explica también el problema para la entrada en tratamiento de estos sujetos. Y coincidentemente, el paciente de la urgencia, también tiene que pasar por el Otro para resolver su sufrimiento, dado que si bien el sujeto es singular, padece de lo universal.
Entonces en ambas situaciones el que consulta, se ve forzado necesariamente a pasar por el Otro en el recorrido de la cura, para llegar luego a su posición de goce, a una nueva identidad ligada a un modo-de-gozar enlazado a los valores del Otro social.
La ética del análisis podría resumirse en que ubica en el fin de la cura un “final pasional”, no aislado de los valores de la Ciudad ni separado de la problemática sexual, en el cual queda como saldo un deseo decidido y responsable.

- ¿Que papel juegan las terapias alternativas que prometen ser más
rápidas y eficaces que el diván?

- Diría que su pregunta se ubica desde la visión de un estándar, de un dispositivo “el famoso encuadre” que al menos el psicoanálisis de la orientación lacaniana ha criticado y reformulado. Estamos en una época donde se piensa el psicoanálisis aplicado desde la perspectiva de mantener los principios, pero no el viejo estándar ligado justamente a marcos de certeza que ya no funcionan.
Los psicoanalistas en las instituciones estamos acostumbrados a producir resultados terapéuticos rápidos, en una, dos, tres sesiones, muchas veces. En el hospital donde estoy a cargo de la jefatura del Servicio de Salud Mental, hemos hecho un estudio donde el 70% de los pacientes son dados de alta con resultados positivos en los primeros cuatro meses.
El modelo del trauma permite ilustrar las respuestas actuales del psicoanálisis aplicado.
Ante el sufrimiento subjetivo, lo que anima al psicoanálisis es su posibilidad de ofrecer a la sociedad una respuesta diferente a la de otras psicoterapias, lejos de una adaptación al significante Amo de la época, sin subsumirse a los mandatos del superyó actual. La acción analítica, recurre al poder de la palabra sin ser autoritario, ni implementar la sugestión, ni dar consejos imperativos, comunes a otras prácticas psicoterapéuticas.
Al respecto, el psicoanalista se define por hacer surgir la particularidad de cada cual, en el seno de lo que es vivido por todos.
Entonces, teniendo en cuenta la casuística trabajada, en sus comienzos el paciente viene como sujeto expuesto en su singularidad padeciendo de lo universal, y quien lo recepciona apuesta al sentido, a la construcción del Otro. Primer paso que puede lograrse ni bien se hace hablar, dado que se produce una inscripción en el Otro. Es la calma que encontramos al poco tiempo de iniciado el tratamiento, incluso luego de la primer entrevista.
De este modo, existe inicialmente una vertiente terapéutica que otorga sentido, ubica algo del inconsciente y produce un efecto curativo. También esta acción, tiene importancia porque permite reintegrar al sujeto a sus lazos grupales, a esos lazos de los que ha sido apartado.
Haciendo un balance de esta primera escansión el analista se presta para dar un sentido al sufrimiento, que no lo tiene, para conseguir una resolución del trauma lo más rápido posible.
Pero también, consideramos que su accionar no se limita a esto, dado que si bien el sentido puede suplir en un primer momento el vacío pánico, no se apunta en la cura sólo al mismo.
Esto conduce a definir otro aspecto específico del psicoanálisis, que estaría en contemplar no sólo el hecho contingente traumático que motivó la consulta, sino también tener -al menos- en el horizonte de la experiencia otra vertiente del trauma, la del trauma como lo imposible de programar de la relación entre los sexos. Y en esta perspectiva lo que importa, es reinventar un Otro que ya no existe, como queda develado por el mismo accidente y/o catástrofe, por la pérdida, por el duelo. Con lo cual la experiencia del análisis, no sólo comprende el dar sentido o restituir el sentido reprimido; el acto analítico también implica frente a ese agujero en el Otro, apostar a una invención. Ayudar a que el sujeto, conciba otra narrativa “causando” al paciente para que reencuentre reglas de vida con un Otro que ha sido perdido, para que invente a partir del traumatismo un camino nuevo.
Desde ya esta operación se puede hacer sin recurrir al diván. Pero, para ubicar un uso posible del mismo diría que el paciente recurre a él en el momento de experimentar vergüenza, cuando la mirada del Otro avergüenza.
Situación que usted entenderá es de máxima delicadeza, y sin duda fundamental en la práctica, porque no hay posibilidad de un análisis si el que recurre a la consulta no es capaz de experimentar la culpa y la vergüenza.

- En este mundo de incertidumbre y sensación de "caída libre". ¿Cree
que el hombre puede aspirar a alguna certeza posible?

- Sólo podría agregar a lo ya dicho, que la experiencia analítica puede pensarse también como una búsqueda de certeza. Por ejemplo el análisis hace trabajar la incertidumbre, y en el marco de la misma se establece una certeza al menos hipotética.
Lo que quisiera subrayar es que el análisis una vez superadas las urgencias subjetivas, hay que entenderlo mas allá de todo ideal por alcanzar, más allá de la problemática misma del ideal y de la norma. La experiencia tiende a ser entendida más como la comunicación de un estilo de vida que como el acceso a la realización de un ideal.

(Nota aparecida en Revista EL COLECTIVO de Mayo del 2006)

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